miércoles, 31 de agosto de 2011




Que no hay monstruos en el armario, ni los reyes magos te vigilan para ver todo lo malo que haces. Sé que los malos son muy malos, y los buenos no son tan buenos. Créeme, que he aprendido que los conciertos están para dejarse los pies, y la voz. Que los besos a escondidas saben mejor. Que un baño de agua fría a veces sienta tan bien como uno de agua caliente. Que el mundo está plagado de personas agradables, y a la vez, de personas que no merecen ser llamadas personas. Ahora sé que no hay calcetines para el pie izquierdo, ni para el pie derecho. Que los tacones a las cuatro de la mañana en una fiesta, ya no están en los pies. Que las medias se rompen muy fácilmente, y que el pintalabios rojo no se borra de las camisas blancas. 

Porque cada milímetro es una prisión.


Estar a un centímetro de tu boca es estar a miles de kilómetros de aquí, del mundo, de este planeta, casi del universo, y luego notar como sonries pegado a mi, pegado a mi boca, a mis labios notar esa sonrisilla traviesa que me conozco tan bién y tu respiración que inunda mis oidos y luego tus manos, tus delicadas manos deslizandose por mi cintura con cualquier destino.